divendres, 3 de maig del 2013

El buscador. -Jorge Bucay.


(Largo, pero de verdad; merece la pena leerlo)

Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador.

Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco esa alguien que sabe lo que está buscando. Es simplemente para quien su vida es una búsqueda.

Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla 
pequeña de madera lustrada… Una puerta de bronce lo invitaba a entrar. De pronto se sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción … “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una  piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a leerla decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El hombre se sintió terriblemente conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo vio llorar en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.

- No, ningún familiar. – dijo el buscador - ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de chicos?

El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta, como esta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda qué fue lo disfrutado y a la derecha, cuanto tiempo duró ese gozo. ¿Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana?, dos?, ¿tres semanas y media? Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿El minuto y medio del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana?. ¿Y el embarazo o el nacimiento del primer hijo?, ¿Y el casamiento de los amigos…?, ¿y el viaje más deseado?, ¿y el encuentro con un familiar que vuelve de un país lejano? ¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?¿Horas?, ¿Días?… Así vamos anotando en la libreta cada momento. Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.

dilluns, 25 de març del 2013

Jorge Bucay

Había una vez, un campesino gordo y feo, que se había enamorado (¿Cómo no?) de una princesa rubia y hermosa....

Un día, la princesa (vaya usted a saber por qué), dio un beso al gordo y feo campesino y, mágicamente, éste se transformó en un esbelto y apuesto príncipe.

(Al menos, así lo veía ella...)
(Al menos, así se sentía él....)

dilluns, 11 de març del 2013

Antes del atardecer.

La mayoría de personas, cuando tienen una aventura o una relación larga y rompen, la olvidan. Pasan a otra cosa y olvidan como si nada hubiera pasado. Yo jamás he olvidado a alguien con quien he compartido algo, porque cada persona tiene sus cualidades propias. No se puede reemplaxar a nadie, lo que se pierde; se pierde. Cada vez que he acabado una relación me afecta muchísimo, jamás me recupero del todo. Por eso pongo mucho cuidado en las relaciones, porque me duelen demasiado. ¡Aunque sólo sea un rollo de una noche! No los tengo porque echaría de menos las cualidades propias de esa persona. 

El penúltimo sueño.

"El verdadero amor no muere," dijo.
Joan Dolgut y Soledad Urdaneta lo sabían. Las sonrisas talladas en sus labios lo confirmaban. Su amor era inmune a los cuervos de la muerte. A la tenue luz de los cirios. Sus caras irradiaban luz del alma. 

Casanova.

Dadme un hombre que sea lo bastante hombre para entregarse sólo a la mujer que lo merece. Si esa mujer fuera yo, lo amaría sólo a él para siempre. 

divendres, 1 de març del 2013

El mundo de Leland.

A veces se dicen cosas que no son totalmente ciertas, pero aún así las dices porque quisieras que lo fueran. Puede que eso ya sea suficiente. 

dissabte, 23 de febrer del 2013

Llevo todo el puñetero día pensando en lo difícil que es decirle a alguien que le quieres, y que precisamente por eso, nos quedamos a las puertas de ser felices y que yo no me quiero quedar a las puertas de nada.